Los motores PureTech de PSA (Peugeot, Citroën, DS y Opel) han sido una de las grandes apuestas del grupo por combinar eficiencia, bajo consumo y buenas prestaciones en motores de tres cilindros. Sin embargo, se han detectado varios fallos recurrentes que afectan a miles de conductores. Conocer estos problemas antes de comprar un coche de segunda mano con este motor puede ayudarte a evitar averías costosas y tomar una mejor decisión de compra.

La bomba de aceite es uno de los puntos más críticos en los motores PureTech, ya que depende directamente del estado de la correa de distribución. Al estar en contacto con el aceite, la correa se degrada y desprende partículas que pueden obstruir los conductos y afectar al caudal de lubricación.
Cuando esto ocurre, la bomba no puede enviar suficiente aceite al motor, lo que provoca desgaste prematuro, gripajes y, en casos graves, rotura completa del propulsor.
Por este motivo, muchos fabricantes y talleres recomiendan sustituir la correa incluso antes de los intervalos oficiales, en torno a los 60.000 km o 6 años, para prevenir daños mayores.

Otro de los problemas más frecuentes en los motores PureTech es el consumo elevado de aceite. Muchos propietarios reportan tener que rellenar aceite entre revisiones, algo que no debería suceder en un motor moderno. Este desgaste anormal suele estar relacionado con la degradación de la correa y con la acumulación de residuos en el circuito de lubricación.
Si un coche con motor PureTech necesita añadir aceite cada pocos miles de kilómetros, conviene revisarlo a fondo antes de comprarlo.

En las versiones turboalimentadas, la falta de lubricación derivada de la correa y la bomba de aceite afecta directamente al turbo. Los síntomas más habituales son pérdida de potencia, humo en el escape o ruidos metálicos al acelerar. En muchos casos, un turbo dañado obliga a reparaciones que superan los 1.000 €.

Algunos usuarios reportan la aparición de testigos de fallo motor en el cuadro, relacionados con la gestión electrónica. Estos avisos pueden estar vinculados a sensores de presión de aceite, bobinas de encendido o fallos en el sistema de inyección. Aunque no siempre implican una avería grave, requieren diagnóstico inmediato para evitar daños mayores.
